Te leo hace tiempo. Me gusta leerte sin saber quien sos. Sin haber visto tu cara, ni tu casa. No se tu edad pero imagino que estas mas cerca de la mía que de los veinte. Sin embargo, salís por las noches, paseas por los bares, te juntas con amigas y tenes escapadas amorosas. Es una fantasía, son solo palabras.
Me divierten tus historias y tu forma de escribir. Hablas de tu colegio con admiración y de tu padre con una mezcla de cariño y fastidio al mismo tiempo.
Veo caras y formas detrás de los velos. Es solo mi imaginación. Voy adivinando cosas sin querer, a que colegio fuiste y en que barrio creciste. No importa, te sigo leyendo y me sigo divirtiendo sin saber quien sos ni que edad tenes. No quiero saber.
En tu vida hay martinis y tu pelo tiene olor a humo de cigarrillo mezclado con perfume caro. Las botamangas de tus jeans están gastadas y las botas que te pones cuando te sacas los tacos son viejas y tienen el cuero marcado. En la mia hay lápices de colores, uniformes escolares y el mismo abrazo que me protege y me ama desde hace mas de veinte años. En tus cajones hay medias de red, ligas y lencería fina. Mis cajones guardan calzones de algodón y pijamas abrigados.
Espio tu vida y te veo definir a tu papa. Veo como lo describís, con su paso lento y vacilante. Mostras sus dibujos y una foto de cuando eras chiquita en la que te tiene en brazos y se lo ve de perfil. Decís que es director de cine y mencionas su sobrenombre.
Mi memoria me juega una mala pasada, me transporta veinte años atrás y lo veo entrar a la productora con su paso firme, su voz fuerte y sus ideas delirantes, siempre de buen humor. Me entrega, apurado y sin querer perder tiempo en minucias, un papel con las cosas que hay que hacer. En el papel hay una lista de equipos de filmación que hay que alquilar y al margen un garabato en forma de caricatura. Es el, su cara.
La escena se repite durante dos años. Yo me estoy por casar, trabajo de asistente de producción y estudio cine en la Universidad de Buenos Aires. El habla de su hija con admiración, como si hablara de una muñeca de porcelana, una de esas con las que tenes miedo de jugar porque se rompen. Yo calculo que no debe ser mucho menor que yo pero el habla de ella como si fuera chiquita.
Un dia llega a la productora como todas las mañanas, pero esta vez lo hace acompañado de una chica que presenta como X, su hija. No me acuerdo de su cara. Solo recuerdo que tenia el pelo largo y rubio. Tenia puesto un tapado largo de paño oscuro, muy a la moda. Pasa medio de largo, sin mirar. No saluda mucho. Los otros dicen que es antipática, yo no se si es por eso o por timidez. Yo me siento medio desaliñada, con mis rulos indomables, mis jeans desteñidos y mis Birkenstock de gamuza marron (ojo, Birkenstock veinte años atras).
Es como si todos estos años leyendo tus historias y tus cuentos hubiesen ido rescatando mis recuerdos y se hayan ido hilado hasta formar un collage en mi memoria. No te recuerdo mas que de pasada. No veo tu cara. Ni siquiera recuerdo los cuentos de tu padre, pero hoy el misterio perdió la magia y la vida volvió a presentarme con los seis grados de separación.
[Las Birkenstocks te las remo... ahora las medias... no se.]